Los alimentos que elegimos, lo que ahorramos o gastamos, cómo nos comunicamos, el ejercicio que hacemos, cómo organizamos nuestro trabajo... Buena parte de las elecciones que hacemos a diario no son la consecuencia de decisiones meditadas, como cabría pensar. Son hábitos, que nos liberan para decidir lo que realmente importa que hayamos decidido. Para eso sirven las rutinas, Y puesto que todos y cada uno de estos estos aspectos habituales ejercen un tremendo impacto en nuestra salud, productividad, seguridad y felicidad, parece inevitable preguntarse: ¿podemos cambiarlos? La respuesta es - sí, si fuera necesario.
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